Orfeo multicolor
Hay quien tiene la suerte de creer
que la poesía está en todas partes, y la reconoce en el viento, en una tarde
lluviosa, en el crepúsculo, en un jardín salpicado de besos adolescentes o de
estatuas derruidas. Yo no soy capaz de verla más que en las palabras, pero
pienso también que sus males comenzaron cuando dejó de ser cantada, cuando
olvidó que su esencia es la melodía y su objeto la percusión del alma. La
música es el entorno natural de la poesía, es un lenguaje universal que, a
pesar de sus innumerables escuelas y de sus variados estilos, consigue borrar
en cuanto la oímos las fronteras entre lo popular y lo culto: las letras
tabernarias de la estudiantina de otros tiempos pueden acabar siendo música de
vanguardia, y el trío de morillas del Marqués de Santillana puede compartir
espacio con otro trío no menos inolvidable, el de Quintero, León y Quiroga.
Al escuchar estas canciones de
siempre con nuevos arreglos y novedosos matices no puedo dejar de evocar los
versos de don Luis de Góngora: «otro instrumento es quien tira / de los
sentidos mejores», porque la guitarra flamenca de Paco Escobar no es solo una
guitarra. Es vehículo de buenas ideas musicales y los versos antiguos gozan
aquí de una vida mejor, enunciados con los matices refinadísimos de la voz
soprano y acompañados de originales armonías y modernizadoras percusiones. Lo
intentaré decir musicalmente:
En el
golpeador las uñas bailan,
el bordón
vibra con los rasgueados
y los dedos
repican, martillean,
silencian,
acompañan, acarician.
¿Dónde está
la materia, dónde el alma?
Todo a su
tiempo, y en tu tiempo, todo.
Ya no es de
leño el mástil, la guitarra
boquea con
asombro y es ahora
arpa y
tambor y viola y melodía.
José María Micó